Mediante el uso de la tecnología de modificación genética, un equipo de científicos chinos y estadounidenses ha desarrollado el primer modelo conocido del Trastorno del Espectro Autista (TEA) en perros. El propósito de esta iniciativa es avanzar en la comprensión de esta condición.
Los científicos utilizaron la herramienta CRISPR/Cas9 para alterar el gen SHANK3, cuyas mutaciones se han identificado de manera recurrente en individuos con trastorno del espectro autista. Como consecuencia de esta modificación genética, se generó una línea de perros beagle que exhibieron comportamientos típicos asociados a este trastorno, como la ansiedad y la fobia social. Estos hallazgos fueron reportados el pasado lunes por el diario South China Morning Post.
Los integrantes chinos del equipo, afiliados a la Academia China de Ciencias y a la empresa Beijing Sinogene Biotechnology, señalaron que, hasta el momento, los estudios destinados a comprender los mecanismos moleculares y neurológicos de este trastorno se habían centrado en el uso de roedores y simios.
No obstante, destacaron que ninguna de estas dos especies resulta ideal para este tipo de investigación: El cerebro y el comportamiento de los ratones difieren considerablemente de los humanos, mientras que los extensos ciclos reproductivos y la baja tasa de natalidad de los simios complican y encarecen su aplicación.
¿POR QUÉ LOS PERROS?
Por el contrario, el estudio, divulgado en la revista Nature’s Molecular Psychiatry, sostiene que los perros autistas podrían ofrecer un modelo de investigación más pertinente, gracias a la complejidad de su interacción social con los humanos y a su ciclo reproductivo más breve. Bajo la misma línea, el profesor del Instituto de Genética y Biología del Desarrollo de Pekín, Zhang Yongqing, indicó que la interacción de humanos y perros es extremadamente parecida a la que se da de persona a persona, según recogió Radio Biobío.
En el curso de la investigación, los científicos llevaron a cabo pruebas de comportamiento que abarcaron desde el análisis mediante Inteligencia Artificial de la posición y movimiento de la cola de los perros, un indicador crucial del estado emocional de esta especie, hasta la observación detallada de su interacción con otros perros y con personas.
Los perros que fueron objeto de la mutación genética “presentaron notables trastornos en su comportamiento social, manifestando signos de retraimiento y una disminución en las interacciones con los humanos“, según señaló la publicación. Asimismo, el estudio descubrió que los ejemplares exhibían un mayor aislamiento social y presentaban colas retraídas o rígidas sin movimiento, sus niveles de cortisol, una hormona asociada al estrés, eran significativamente elevados en la sangre.
Pese a que la ciencia ha logrado entender mejor los genes asociados al espectro autista, queda mucho por avanzar en su tratamiento, señaló Yongqing. Por ello, los autores de la investigación esperan que los modelos caninos sirvan para desarrollar nuevos fármacos y terapias de ajuste social para tratar el espectro.
A raíz de este estudio, los investigadores sostienen la posibilidad de desarrollar nuevos modelos caninos mediante la modificación de otros genes asociados al trastorno autista. No obstante, según el profesor Yongqing, los intentos de editar genéticamente estos otros genes han resultado fallidos hasta el momento. “No sabemos por qué hubo éxito con el SHANK3 y con los demás, no”, añadió.